¿Cómo crear un Antagonista efectivo?


La semana pasada te compartí acerca de uno de los secretos para fortalecer tu historia, el deseo del personaje. Esta semana quiero explorar otro de los elementos fundamentales a la hora de diseñar tu historia: el Antagonista.
El Antagonista
Luego del Protagonista, el Antagonista es el personaje más importante. El Antagonista es el personaje principal que se opone al protagonista a lo largo de la historia. Al igual que el Protagonista, el Antagonista también tiene su propio deseo y con ese deseo podemos tomar uno de dos caminos:
Camino #1: Su deseo está diametralmente opuesto al del protagonista.
Camino #2: Su deseo es el mismo que el del protagonista.
Cuando el deseo del Antagonista está diametralmente opuesto al del Protagonista, las acciones del Antagonista por alcanzar su deseo se convertirán en obstáculos para el Protagonista. De igual manera, las acciones del Protagonista por alcanzar su deseo se convertirán en obstáculos para el Antagonista.
Debido a ello, se crea un vínculo inquebrantable entre el Protagonista y el Antagonista. Este vínculo es el que los mantendrá en constantes enfrentamientos, ya que ninguno de los dos podrá ignorar al otro, ni tampoco seguir su camino. Adicional a esto, existe otra condición sumamente importante, si el Protagonista alcanza su deseo, el Antagonista no alcanzará el suyo y vice versa.
Por otro lado, cuando decidimos que el deseo del Antagonista es el mismo que el del Protagonista, de igual manera, las acciones de uno se convertirán en los obstáculos del otro, pero también es importante añadir otra complicación: solo uno de los dos personajes podrá alcanzar su deseo. Si el Protagonista alcanza el deseo, el Antagonista no podrá alcanzarlo.
Esta es la herramienta que se utiliza en la mayoría de las películas de deportes y de competencias. Tanto el Protagonista como el Antagonista, y sus respectivos equipos, desean lo mismo, ganar el torneo o la competencia.
Los valores
Sin importar el camino que escojamos para el Antagonista es importante que, tanto el Protagonista como el Antagonista, tengan una determinación fanática, no solo con alcanzar su deseo, pero también con los valores que los representan.
El Protagonista y el Antagonista no solo tienen conflictos debido a lo que desea cada uno, sino también por los valores que cada uno representa, las estrategias que utilizan para alcanzar su deseo y la motivación detrás de cada uno.
Tomemos el ejemplo de una película enmarcada en una competencia de baile. Tanto nuestro Protagonista como el Antagonista desean ganar la competencia. Recordemos que solo una persona puede ser el ganador de la competencia. Si el Protagonista representa el valor de la amistad, sus acciones siempre serán en beneficio a sus amigos. Mientras lucha por ganar la competencia, este Protagonista nunca hará algo que le haga daño a sus amigos.
Sin embargo, digamos que, a diferencia del Protagonista, el Antagonista representa el valor del egoísmo. Como resultado del valor que representa, las tácticas y estrategias utilizadas por el Antagonista van a ir dirigidas a ganar la competencia sin importar a quien le haga daño en el proceso. Los valores que representa cada uno proveerá un terreno fértil capaz de producir una gran consecha de conflictos diferentes.
No es el “malo”
Un detalle sumamente importante que tenemos que enfatizar acerca del Antagonista es que el Antagonista no es “malo”. El Antagonista puede ser una persona con una moral más alta que el Protagonista y hasta tener más cualidades positivas que el el Protagonista. Lo que lo hace ser el Antagonista es su función dramática de oponerse al Protagonista en la persecusión de su deseo. Esto no quiere decir que estemos de acuerdo con lo que está haciendo el Antagonista, pero no lo juzgamos como personaje. Verlo como el “malo de la película” nos limitará grandemente a la hora de desarrollarlo como personaje. Recordemos que cada personaje es el protagonista de su propia historia.

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