No dejes tu trabajo para ejercer el ministerio


La mayor parte del tiempo lo pasas en el lugar de trabajo. Por tanto, es sumamente importante que trabajes en aquello que te gusta, que disfrutas, que te permite crecer y desarrollarte. Una labor que te permita vivir una vida de significado, con propósito; que te permite dar de ti, de tu propia persona. El trabajo es algo muy digno. Dios se glorifica al usar nuestra vida de acuerdo al diseño, personalidad y habilidades que ha dado a cada uno. Esto, no solo permite desarrollo personal, sino también el de la comunidad y sociedad donde vivimos. Sin embargo, es común que se vea el trabajo como algo inferior a ejercer un ministerio próspero y fructífero.En nuestra cultura es común que deseemos dejar el trabajo para ejercer un ministerio a tiempo completo, cuando realmente nuestro lugar de trabajo es una excelente plataforma de ministerio. Por generaciones se ha transmitido la creencia de lo secular vs. lo sagrado. Categorizamos algunas áreas de la vida como “secular”, tales como el trabajo, la escuela, el entretenimiento; y otras como “sagradas”, como el asistir a la iglesia, orar, adorar, las actividades de la iglesia, etc.
“la división sagrado-secular es el enemigo maligno de una misión fructífera y una vida cristiana gozosa.”
A esta tendencia se le ha llamado el Síndrome de lo sagrado-secular. No cabe duda que esta mentalidad ha limitado que los creyentes puedan ser de mayor impacto en la sociedad que les rodea. Según 2 Corintios 5:17-19, a todo el que es nueva criatura, Dios le ha entregado un ministerio, el de reconciliar a otros con Dios. No importa el lugar donde estemos, debemos ejercerlo.Si vivimos para agradar a Dios y nuestra vida es una de adorarle en todo, entonces nuestro trabajo es parte de nuestro servicio de adoración a Dios. “Nuestro trabajo es ministerial cuando nuestras labores son basadas en nuestra fe en Dios y en adoración a Él,” nos dice Andre Yee, ejecutivo en tecnología. “Nuestro trabajo es ministerial cuando lo usamos para servir a otras personas y no solo para obtener riquezas. Nuestra obra es ministerial porque somos embajadores de Cristo para el reino específico de la obra a la que El nos ha llamado. (2 Cor. 5:20)”. El lugar de trabajo nos permite ser luz, en medio de tinieblas y sal de la tierra. (Mateo 5:13-14) Nuestro trato hacia los demás, con consideración, cortesía, amor a pesar de las diferencias. Nuestro comportamiento que nos distingue por el respeto, amabilidad, paciencia aún en medio de las injusticias. Nuestro hablar correcto, que edifica, inspira, consuela, alienta.
Cuando nuestra función es como empresarios, como líderes, supervisores o dueños de empresas; tenemos la oportunidad de distinguirnos por servir a nuestros empleados con justicia y dignidad. Pagando salarios justos y dando un trato adecuado, inclusive ayudando en el desarrollo de cada uno para el mejor desempeño de su función.
Si cada trabajador nacido de nuevo, cada obrero o empresario ejerce su vocación como su llamado; el ambiente de trabajo estará saturado de la presencia de Dios y esto hace una gran diferencia.

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