¿Porqué se me hace tan difícil ir a la iglesia?

Durante mis largos años de vida (que en realidad son solo 27), he vivido en un hogar cristiano, de mucho amor, comida deliciosa (para que mami le de like a este post :D), risas y buenos valores. Estoy enamorada de Jesús y su obra, pero no siempre fue así.

Cuando comencé mi adolescencia, hice planes con otro chico del grupo de que ya no seríamos más cristianos. Me avergüenza un poco decirlo, pero me sorprende el gran amor y cuidado de Dios para que mi “plan” no fuera posible. 

Cuando somos jóvenes, es súper difícil ir a la iglesia. En realidad, para cualquier persona puede ser difícil, pero para los jóvenes es aún más. ¿Por qué? Porque la mayor parte del tiempo estamos pensando en jugar, dormir y hacer algo entretenido con nuestros amigos.

Hay muchas razones por las que se nos hace difícil querer ir a la iglesia. Conozco muy bien algunas de ellas:

• Pensamos que es aburrido
• Mis amigos no van
• Pensamos que no lo necesitamos
• Nos incomoda ir (es más cómodo estar en mi cama)

En mi caso, eran todas las anteriores. Pero, ¿cómo pasé de ser una joven que no se interesaba por la iglesia a ser una chica apasionada por Jesús?

Factor 1: Tengo una madre perseverante que nunca dejó de llevarme a la iglesia (aunque yo no tuviera ganas) y nunca dejó de orar por mí.

Factor 2: Dios tenía un plan para mí, al igual que para cada uno de ustedes.

Factor 3: ¡Decidí hacerlo! Todavía recuerdo la primera vez que quise llegar a la iglesia, esa noche me arrodillé y oré…y mi mamá se sorprendió!!! Y sé que debió haberle dado gracias a Dios.

A menos que estés enamorado o haya un “casual day” no es normal que quieras ir a la escuela. Sean honestos, la escuela es como ese lugar al cual no esperas ansioso el fin de semana para poder llegar el lunes. Cuando sean adultos y tengan que trabajar como yo, van a desear volver a la escuela (#truestory). Sin embrago, no importa si tienes ganas o no, debes ir a la escuela. ¿Por qué? Porque el propósito de la escuela no es entretener, es educar.

Algunos otros me dirán que podemos amar a Dios y no tenemos que ir a la iglesia. Tienen razón, pero yo les diría que sería similar a casarte y no vivir con esa persona en la misma casa. El conflicto de ir o no ir a la iglesia radica en que Dios nos ama de forma incondicional. Su gracia es la que nos perdona de todas nuestras equivocaciones, y tú y yo debemos responder con ese mismo compromiso a Dios.

Ir o no a la iglesia es una cuestión de fe y de voluntad. ¿Por qué? Yo antes no creía que de verdad existiera un Dios que me amara tanto, hasta que lo acepté y decidí seguirlo. Joven, yo sé que es difícil, no solo ir a la iglesia, sino fortalecer tu vida en una fe que parece débil, pero que es un camino fuerte y para valientes.

No siempre tengo ganas de ir a la iglesia, pero sé que la única forma de quererlo es haciéndolo. Pablo, el apóstol, decía: “Ya no vivo yo, más vive Cristo en mí”. Y no se refería a una reencarnación, se refería a la pasión de conocer más sobre Jesús, Dios, y su plan para nosotros.

¡Te animo a que vayas a la iglesia! ¿Sabes por qué? Jesús (sí, el mismo Jesús del que has aprendido) hizo una oración por ti hace miles de años atrás. Y dijo:

“Te pido [Dios, Padre] que todos sean uno, así como tú y yo somos uno. Que gocen de una unidad tan perfecta que el mundo sepa que tú me enviaste y que los amas tanto como me amas a mí…” (Juan 17)

(Juan 17)

En casi todas las ocasiones en las que se menciona la palabra iglesia en la Biblia, no se refiere a un lugar, sino a la gente que sirve y ama a Dios. El templo es el lugar donde nos reunimos para aprender más de su palabra, compartir en unidad y seguir creciendo en amor y verdad. Cambia tu perspectiva, tú representas a Jesús, así que debes estar en su casa.