Ayudando a los niños a manejar los desastres


Frente a los eventos vividos recientemente en el estado de Texas, donde varios niños y dos adultos perdieron la vida de manera trágica, tenemos la responsabilidad de hablar de cómo manejar tales desastres intencionales para prevenir que con el pasar del tiempo evolucionen en trastornos mayores. Eventos como los terremotos, huracanes, tornado, fuegos, inundaciones o actos violentos crean mucho miedo en los niños y adultos, por lo cual, lo niños necesitarán ayuda de sus cuidadores durante estos eventos y luego de los mismos. Los niños puede que no entiendan el evento, o cómo mantenerse a salvo, y hasta en ocasiones presenten dificultad en expresar el miedo. Estos desastres pueden llevar a cambios abruptos en las vidas de las familias, si hay pérdida de hogar, cambio de escuela, o pérdidas de vidas de personas cercanas o queridas.
Los padres deben hablar con los niños utilizando un lenguaje que ellos puedan entender, utilizando palabras sencillas y descriptivas. Bajarse al nivel de los ojos de los niños, les ayuda a sentirse más seguro y entendidos. Esto puede disminuir los miedos y el sentido de estar sobrecargados. El tiempo que invierten en ver el evento en los medios televisivos o plataforma digitales, puede causar mayor estrés. El ver imágenes repetitivas del desastre o escucharlo una y otra vez puede ser aterrador. Por tales motivos se recomienda disminuir el tiempo de exposición.
Muchos factores juegan un papel en la respuesta de un niño frente a tales eventos, incluyendo la edad, el tiempo de exposición, lo que observaron y lo que experimentaron. Es importante saber que la respuesta de los adultos/ cuidadores modula la respuesta de los niños. Los niños están muy pendientes de como los padres o cuidadores se preocupan y por cuanto tiempo. Los padres y cuidadores deberán explicarles a los menores como ellos están manejando el desastre para mantener la seguridad máxima de ellos. Pretender que no hay peligro no disminuirá la preocupación de los niños.
La reacción de los niños dependerá de cuanta destrucción, perdidas, o sentido de pérdida tuvieron durante y luego del desastre. Sin embargo, estudios sobre el tema han determinado que los niños que estuvieron en el evento como los que no estuvieron directamente, pero se sintieron amenazados, pueden presentar las mismas sensaciones de temor. Es de suma importancia no patologizar las emociones normales que todos podemos tener en momentos como estos. Es por eso que hablar de síntomas o diagnósticos en esos momentos no es saludable. Utilizar palabras como depresivo, trastorno de ansiedad, o síntomas asociados puede causar mayor preocupación en los niños.
La consideración de las edades al momento de los eventos, nos permiten anticipar que posible cambios o preocupaciones aflorarán. Por ejemplo, un niño de 6 años puede rehusar ir a la escuela, y adolescentes por otro lado, pueden minimizar la preocupación, pero en su gran mayoría se ponen argumentativos con los padres, irritables, malhumorados, muestran un bajo desempeño académico, y se afectan sus patrones de sueño. En adición pueden mostrar terror, a estar fuera de sus casas, o insistir en estar en el hogar y no salir. Pueden comenzar a querer dormir con sus padres cuando previamente dormían solos. Muchas de estas conductas puede que sean momentáneas y regresen a su normalidad cuando se trabaje de manera efectiva la crisis.
Conductas que los padres o cuidadores deben observar luego del desastre pueden varias dependiendo de la edad y el nivel de desarrollo de cada niño. En niños preescolares, pueden mostrar estrés y miedo cuando son separados de sus padres, presentar conductas regresivas como el orinarse en la cama, o presentar perretas y dificultad en dormir. Mantener las rutinas previas al desastre lo más normal posible ayuda a que estas conductas mejoren. Asegurar lo más posible que las necesidades básicas del menor sean cubiertas, como seguridad, comida, dormir, tener un techo, amor y comprensión de sus cuidadores.
En niños de edad escolar, la pérdida de concentración e irritabilidad pueden ser algunas de las presentaciones observadas. Se pueden observar problemas de conducta en la escuela, en el hogar, iglesia o centros comerciales que son inusuales en el menor. En ocasiones evitan regresar a la escuela, o buscan perseguir a los cuidadores todo el tiempo en la casa. Pesadillas, gritos en la noche y miedo a separación pueden ocurrir de igual manera. En algunos casos se presentan síntomas somáticos, como dolor de barriga continuo, dolores de cabeza, mareos donde luego de evaluación médicas no se encuentran las causas físicas para las mismas.
En adolescentes podemos observar retraimiento, aislamiento, mayor tiempo encerrados en sus cuartos. Se aíslan de sus amigos, familiares, y muestran tristeza, no escuchan y disminuyen sus actividades. Algunos pueden presentar respuesta de sobresalto.
Si bien es cierto que algunos de los niños y adolescentes pueden desarrollar el diagnóstico psiquiátrico de estrés postraumático o PTSD por sus siglas en inglés, luego de presenciar o ser testigos o participar del evento traumático. Los niños luego de un mes y hasta tiempo más tarde pueden re experimentar los episodios vividos del evento traumático, mostrar evitación a dialogar y hablar del tema. Muchos niños reviven el evento haciendo juegos repetitivos, presentan sueños asociados al trauma que pueden cambiar por pesadillas de monstruos, de rescate o amenazas de su vida o de otros.
El PTSD no ocurre durante el mismo trauma. Sin embargo, los cambios en estado de ánimo al momento del trauma pueden estar asociados a un estrés agudo, el cual en muchos casos no progresa a PTSD. Los efectos del estrés postraumático pueden aparecer desde un mes luego del evento o en algunos casos hasta luego de varios años. Afortunadamente existen terapias con evidencia científica sostenida para tratar dicho trastorno, como lo son las terapias cognitivas enfocadas en el trauma (FTCBT), y en algunos casos farmacoterapia conjunta para ayudar con los síntomas mientras se trabaja el trauma.
Es importante recalcar que la técnica de “debrifing” “ventilar al momento lo que ocurrió, el cómo se sintieron y que vieron o escucharon, no es recomendado ya que puede llevar a la exacerbación de síntomas agudos y poder en mayor distrés el estado emocional de los menores.
Los padres que estén preocupados por sus hijos pueden preguntarle a su pediatra o médico de familia para que pueda evaluar el riesgo y considerar un posible referido a un profesional de salud mental, psicólogo o psiquiatra especializado en niños y adolescentes.

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