De ideologías, política y violencia
En estos primeros días del año 2025, pienso en todo lo ocurrido en el pasado año. Medito que Puerto Rico no fue diferente con relación a los incidentes de violencia que acontecieron en nuestro entorno. Específicamente en el pasado mes de diciembre, leímos la noticia de la mujer que fue asesinada por su expareja en la madrugada del día de navidad. Una desgracia como otras ocurridas en fechas especiales, donde se espera que la familia se encuentre compartiendo unida. Por otro lado, al comienzo de este año, la violencia no ha tenido descanso ni ha perdonado los últimos días de celebración navideña. Miles de puertorriqueños observaron como una joven irrumpió en una iglesia en medio de una misa a través de una transmisión en vivo por la televisión y a través de las redes sociales. Muchos pudimos ver que después de sacarla del lugar, la joven expresó verbalmente amenazas a la gobernadora Jenniffer González Colón y a la entidad política que ésta representa. Por si fuera poco, en días recientes nos estremecimos por la violencia física perpetrada hacia un anciano con el objetivo de robarle en su hogar.
Estos acontecimientos frecuentes nos siguen presentando un panorama sin variación de un Puerto Rico convulso por la violencia. Nuestra isla está enferma con este germen y con una vorágine de conductas agresivas de forma descontrolada. Las reacciones en una cantidad cuantiosa de puertorriqueños son de repudio y rechazo hacia estas y otras expresiones violentas. Sin embargo, otro sector considerable y dependiendo del suceso violento, va ocurriendo un proceso gradual peligroso, donde se observa un giro hacia la aceptación y normalización de la violencia. Si bien es cierto que esta última actitud es la más dañina para la sociedad. También es cierto, que el abordaje ha sido desacertado en tratar de resolver el problema del crimen y la violencia en Puerto Rico. En los últimos años, los espacios judiciales de nuestra isla han sido impactados por la ideología de género y con esto se quiere enmarcar la solución a los crímenes violentos, especialmente hacia las mujeres.
Específicamente, sobre el mal llamado feminicidio, por medio de un proyecto de ley, se incorporó este concepto ideológico equivocado para clasificar el asesinato hacia las mujeres. Sin embargo, tal clasificación no ha resuelto ni resolverá el problema de la violencia contra mujer. Máxime cuando el concepto se enfoca en que el gran culpable de esos crímenes es el gobierno. Este es un ejemplo de cómo un concepto ideológico ha influido primero en los políticos que redactan proyectos de ley sin fundamentos empíricos. Luego, vemos como estas ideologías se infiltran en otras esferas de nuestra sociedad como la judicatura y otros organismos gubernamentales. Al final, la utilidad y el resultado es la superficialidad con carencia de sustancia, profundidad y confiabilidad en las soluciones. Cuando las ideologías están en un pedestal supremo con el fin de resolver la violencia, el espacio político tiene como resultado una venda fuertemente adherida, que no permite ver soluciones respaldadas por referencias probadas.
Por otro lado, no importa quien sea la figura política, se debe respetar sin proferir insultos o amenazas. También se debe respetar la iglesia donde ocurrieron las acciones de violencia. Sin embargo, cuando se trata de la violencia basada en ideologías políticas la excusa es buena para lograr un fin político de forma atropellada. Algunas investigaciones han demostrado que cuando la comunidad ha sido expuesta a actos de violencia, muchos ciudadanos tienen un funcionamiento social más deficiente y menor resiliencia. Otros ciudadanos pueden experimentar ansiedad, depresión y conductas agresivas.
Ante esta realidad, ¿qué podemos hacer?
Como sociedad tenemos que hacer una mirada introspectiva y analizar donde están nuestras prioridades y valores. No podemos con nuestras palabras rechazar la violencia y con acciones promoverlas. Desde todos los ámbitos, vemos a políticos del partido que sea como gestores de vulgaridades, insensibilidad y violencia verbal para luego desear un pueblo lleno de virtudes y méritos morales. En el área mediática, observamos periodistas y analistas que rechazan la violencia, pero ridiculizan, insultan y fomentan la cizaña hacia los que no comulgan con sus ideologías políticas.
Además, vemos como otros medios promulgan que la violencia no es aceptable, pero aplauden a jóvenes que tienen líricas pornográficas en sus canciones y eso también es violencia. También podemos ver como en las redes sociales, se rechaza la violencia, pero se observa la violencia verbal y hasta el “bullying” cibernético, afectando la salud mental. Debemos ser honestos y descartar estas dicotomías que nos llevan al barranco del entumecimiento moral y aceptar la congruencia y el sentido común. No podemos recurrir a la violencia, las amenazas y las agresiones cuando el candidato político de su predilección no resultó ganador. Debemos rechazar el caos y la anarquía. Por último y no menos importante, tenemos que detener valientemente el auspicio de perspectivas ideológicas que no eliminan la violencia, alteran malamente el quehacer político y social y son un rotundo fracaso. Entiendo que, al realizar ese ejercicio de mirada interior, si somos sinceros podremos estar en la ruta correcta de hacer cambios duraderos para nuestra isla.
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