¿De qué color es el aborto?


El pasado 25 de agosto de 2022 comenzó un proceso de vistas públicas para discutir un paquete de medidas relacionadas al aborto en Puerto Rico. Luego de casi 50 años de propaganda abortista, a los legisladores “pro elección” se les hace muy difícil despintarse los colores de la contradicción que llevan por dentro. Aunque ya la atadura a Roe v Wade no existe, muchos legisladores están aterrados y no quieren asumir su deber moral para legislar.
Muchos de ellos no quieren quemarse con el tema (la campaña electoral se acerca). Algunos repiten el discurso abortista de que en Puerto Rico “no hay una crisis con el aborto” (como hizo el Rep. Gabriel Rodríguez Aguiló del PNP) o simplemente no creen en legislación para preservar la vida del concebido.
Para otros, la verdadera meta no es necesariamente hacer del aborto un acto raro o impensable como dicen desde la boca para afuera, sino, todo lo contrario: seguir haciéndolo fácil a la décima potencia. ¿Cuáles serán sus motivaciones? Muy probablemente, como en el resto del planeta político-abortista, por la adicción al financiamiento de campañas. O quizás por el terror de ser arrinconados o discriminados por las élites “liberales” de sus partidos.
En un momento dado de la vista pública del pasado jueves, la representante Lisie Janet Burgos (PD) hizo referencia al desgarrador caso de la menor embarazada que a su vez es una persona con autismo y víctima de incesto. Dijo Burgos:
“Todo el mundo en la prensa cuando la niña estaba embarazada… Ah que no debería estar embarazada… o sea, como que insinuando a que abortara. Y ahora que el bebé nació, ¿Qué vamos a hacer ahora que está vivo? ¿Qué vamos a hacer? ¿Lo vamos a matar? ¡No! Esta vida se está protegiendo. Gracias a Dios que nació antes de que hubiera manos negras interviniendo con la vida de esa niña. ¡Gracias a Dios!”
Posterior a eso, el representante Jesús Manuel Ortiz (PPD) reacciona y dice:
“Yo tengo que distanciarme totalmente de las expresiones hechas hace algunos minutos de la compañera Burgos Muñíz, cuando atribuyó una conducta que ella considera negativa a personas con manos negras. Hay manos negras que estoy seguro que dentro de su equipo de trabajo hacen el bien todos los días y manos blancas que hacen el bien todos los días. Habemos manos negras aquí que nos levantamos todos los días a trabajar por este país… Y hay manos que hacen el mal indistintamente del color. Y me parece totalmente desacertado atribuir una conducta que ella pueda entender sea negativa —a un color.”
El representante Jesús Manuel Ortíz, simplemente, quiso hacer un despliegue de su ofensa montado en una ideología CRT (“critical race theory”) para atacar a una oponente política y no necesariamente para corregir la injusta historia verdaderamente racista detrás del abortismo.
Aprovecho esta columna, para hacerle un llamado a don Jesús Manuel Ortíz y plantearle una pregunta: ¿De qué color es el aborto?
Yo podría decirle al representante Ortíz que ¡el aborto es rojo! Sí, rojo. Pero, le ruego que no se ofenda don Jesús Manuel. No piense que es “rojo popular” como el color distintivo de su partido. El color del aborto es rojo de sangre humana que se vierte a diario en miles de litros en Puerto Rico. Sangre que corresponde a los más vulnerables de los vulnerables y que sobrepasan el resto de causas de muertes violentas en esta isla. Como bien dijo el deponente Carlos Sánchez en las vistas “Cuando el aborto es escondido, el aborto es tolerado.”
También podría decirle que el color del aborto ¡es negro! Y aquí sí es verdad que se trata de racismo. Se ha documentado que los grandes financiadores y promotores del aborto desde el siglo veinte hasta este siglo 21 son eugenésicos racistas. Tanto, que las comunidades negras y latinas son donde ubican la mayor cantidad de centros de aborto. Que siendo las personas negras y latinas sólo el 30% de la población, forman parte del 55% de los abortos.
Muy probablemente don Jesús Manuel me dirá que eso es allá en los EE.UU. continentales y no en Puerto Rico. Pues, pensemos un poquito y vayamos a la historia, porque aquí en la isla somos todos negros y latinos. Aquí fuimos el laboratorio del mundo, cuando se probó con nuestras mujeres la píldora anticonceptiva y la cirugía de esterilización en masa de más de una tercera parte de las féminas en edad reproductiva sin un consentimiento realmente informado.
El consentimiento no informado, sigue ocurriendo en la práctica del aborto. Las mujeres sobrevivientes del aborto testimonian que no les explicaron, aunque les dieron un papel, no sabían qué decía exactamente. ¿Quién lee papeles, cuando está en crisis? Le aseguro que esos consentimientos en su mayoría no están realmente informados. El aborto hiere a nuestras mujeres.
Incluso, una de las ONG feminista que se opuso rotundamente a la regulación para limitar el aborto (aún hasta los 5 meses y medio de gestación) ubica su sede precisamente donde hay una gran comunidad de las más hermosas mujeres negras que tenemos en la isla. Y quizás don Jesús Manuel diga, que es precisamente el racismo lo que causa la desigualdad social, la pobreza y que las mujeres negras en EE.UU. y las puertorriqueñas se ven obligadas a decidir por el aborto por la falta de acceso a los anticonceptivos.
No necesariamente eso es así. Las mujeres de bajos recursos tienen acceso a los anticonceptivos por los programas públicos creados para ello. Es que los anticonceptivos fallan, señor Ortiz. Y cuando fallan, la naturaleza sigue su curso. Quien esté activo sexualmente debe aprender que aun con anticonceptivos, debe estar abierto a la posibilidad natural de la reproducción.
Entonces, el problema no son los bebés. Parte de la raíz del problema está en un entramado político, económico, cultural, social y laboral que coopera más con el abortismo que con las mujeres y la maternidad. Si no fuera por esas presiones, quizás sí el aborto sería raro e impensable. Esas presiones desmedidas sobre la mujer para que aborte, encuentran más carne de cañón en los sectores más vulnerables.
El aborto no es una señal de que las mujeres son libres de elegir. Por el contrario, es una señal de que las mujeres se sienten perdidas o desesperadas y sienten que no tienen elección. Los que venden el aborto como única solución, engañan a las mujeres. Otros, las subestiman por su pobreza. Por eso, el abortismo con su ideología las envuelve de mil formas hasta que las convencen de que es mejor abortar al bebé, que darlo en adopción o criarlo.
Las mujeres merecemos una oferta mejor, que terminar “consintiendo” un aborto bajo una crisis, y sucumbir a que nos violen hasta las entrañas para sacrificar a nuestros propios hijos en los altares de la conveniencia. Maquillan al aborto de “empoderamiento” o “libertad” siendo el acto de explotación de la mujer más grande de la historia humana. ¡El aborto es un negocio que explota a las mujeres!
El aborto siempre es de color rojo, por el río de sangre vertida. El rojo-sangre de las minorías raciales o de estado socio-económico vulnerable son desproporcionalmente alcanzadas por el abortismo. En Puerto Rico se alega, un promedio de hasta cinco mil abortos al año, aunque esas estadísticas tampoco son confiables por deficiencias del propio gobierno que no fiscaliza los centros abortistas.
El aborto es rojo y las manos que mueven los hilos detrás de la industria abortista a nivel global son color del billete verde. Operan para que los gobiernos financien con los dineros del Pueblo los abortos de las “mujeres pobres” y los beneficiados que cobran por ese aborto son también donantes políticos. En el fondo, lo que está entre manos de los ideólogos del olimpo abortista, como dijo la fenecida juez del Supremo, Ruth Bader-Ginsburg: es que quieren controlar “el crecimiento de las poblaciones de las que no queremos tener demasiados.”

Bien explicado el color que representa a la mafia del aborto es el rojo por la sangre derramada de millones de bebés.