Entre “Piropos que Acosan” y “Trapos de Ropa”


El reciente “revuelo mediático” con titulares y opinión pública motivado por la discusión de un proyecto de ley para atender el llamado “acoso callejero” que una representante a la Cámara trató de ponernos en contexto para llamarnos a mejor reflexión: Poco o nada tiene que ver con “acoso” “piropos” o “ropa”. Lo que está detrás de ese revuelo es una deliberada forma de operar “periodismo” en el imperio de la posverdad.
Estamos viviendo en la ‘posverdad’. La Real Academia Española define posverdad’ como: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.”
Sólo hay dos caminos ante la posverdad: Nos declaramos víctimas o luchadores.
Ya parece la norma y no la excepción, que algunos periodistas o medios alguna vez considerados prestigiosos difundan juicios personales, falsedades o tergiversación. Aunque se retracten luego o no— las motivaciones son usualmente por razones ideológicas, políticas o económicas y algún caso por pura maldad.
Desde la posverdad, la verdad es lo menos que importa. Sin embargo, desde este salvaje sistema, la verdad es considerada amenazante para muchos. De hecho, si la verdad amenaza las intenciones de alguien poderoso o que intenta serlo, la situación se complica.
La propaganda, el engaño, la manipulación, la hipocresía y la desinformación son más viejas que el viento. Se pueden hasta levantar guerras cuando se viraliza un engaño. La historia humana a través del tiempo así nos ha revelado muchos sucesos de posverdad. Se nos puede mentir algún tiempo, pero no todo el tiempo, ni a todas las personas al mismo tiempo.
Los lectores ya no la tenemos tan fácil para formarnos la propia opinión. Aquellos de nosotros que intentamos hallar la mejor o mayor información posible, nos esforzamos para ir a la fuente primaria o la más original o cercana a los hechos. Poder constatar “lo dicho por la boquita de comer” de quien lo dijo. El tiempo es valioso y la verdad que podamos encontrar, evaluarla y compartirla por nuestra propia cuenta para poder minimizar el impacto del monopolio de la información se ha convertido en un tipo de apostolado.
Incluso, gracias a las redes alternativas, el lector actual se convierte en una especie de “reportero”. A veces, esta libertad de involucramiento y mayor participación nos lleva a nadar en la piscina informativa. En ocasiones la información que distribuimos es un salvavidas para muchos, pero en otras se puede complicar. Porque nadie está exento de cometer errores de juicio.
¿Qué hacemos entonces?
- Evaluar lo mejor que podamos, los historiales, los hechos y los pilares del carácter de quien habla o escribe.
- Busquemos discernimiento espiritual, recuperar un poco del sano sentido común de los niños y la sabiduría de los abuelos. Un niño está menos contaminado en sus pensamientos y un mayor goza de experiencia acumulada.
- Nadie es infalible en esta tierra. Escudriñemos todo y escojamos lo bueno. Para escoger lo bueno, miremos qué valores reinan en nuestra propia mente, espíritu y corazón.
En conclusión, en tiempos de posverdad, la sospecha puede que sea una virtud. De ello puede depender nuestra sanidad o supervivencia. Muchas cosas podrían ser negociables, menos una: La Verdad.

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