Impacto psicológico de la cultura de la cancelación


En días recientes se observó en las redes sociales, una publicación que causó furor y toda clase de opiniones y comentarios. Me refiero a las expresiones que hiciera la boricua medallista olímpica, Jasmine Camacho Quinn. Jasmine declaró en la red social Twitter y cito: “Las mujeres biológicas no tendrán oportunidad en los deportes si permiten que hombres biológicos compitan contra ellas, no es justo”. Estas expresiones hacen referencia a la mujer transgénero que ganó una competencia de natación donde participaron mujeres biológicas. Esta opinión fue avalada por miles de seguidores en las redes y fue criticada por otros. De hecho, encuestas relámpago en los medios reflejaron un apoyo contundente a las expresiones de Jasmine. Sin embargo, Jasmine borró su declaración y hasta pidió disculpas a los que se ofendieron. Incluso, aparentemente, le pidieron a Jasmine que borrara su comentario. ¿Qué sucedió aquí? ¿Acaso, Jasmine no tiene derecho a expresar su opinión sobre un tema que le afecta directamente?
Esto podría tener relación con lo que se conoce como la cultura de la cancelación. Cancelar a un individuo, grupo u organización se refiere a boicotearlos y avergonzarlos públicamente en respuesta a comentarios u opiniones percibidos o reales, como incorrectos. Esto generalmente involucra el área política y social. Cuando una cancelación se vuelve viral en las redes sociales y se convierte en una acción pública colectiva, se conoce como cancelación cultural o cancelación social. De acuerdo con las estadísticas de la cultura de cancelación recopiladas por el “Pew Research Center”, el 58 por ciento de los estadounidenses cree que llamar la atención a alguien en las redes sociales es una forma de responsabilizarlo por sus acciones. Sin embargo, el 38 por ciento cree que castiga a las personas que no lo merecen. Cuando las víctimas de la cultura de la cancelación son individuos y no organizaciones o empresas, las consecuencias pueden ser extremadamente dañinas.
Además, en los Estados Unidos (pienso que en Puerto Rico también) existe la preocupación de que cancelar la cultura suprima la libertad de expresión. En una encuesta nacional encargada por “Times Opinion y Siena College”, el 84 por ciento de los adultos dijo que es un problema “muy serio” o “algo serio” que algunos estadounidenses no hablen libremente en situaciones cotidianas. Por otro lado, el 61 por ciento de los adultos jóvenes dijeron que no habían hablado en al menos una ocasión durante el último año porque tenían miedo de ser cancelados o experimentar otra forma de represalia. Esta modalidad tiene un impacto psicológico negativo en las personas o los grupos que son atacados por este asunto. Se activan emociones fuertes como la indignación, el miedo y el rechazo. Estas emociones motivan a los canceladores y a ciertos activistas, no solo a rechazar a alguien o algo, sino también a castigarlos, a través de acciones que van desde suspender el apoyo financiero a una organización, despedir a una persona de su empleo y hasta arruinar su reputación. Por lo que esta modalidad tiene efectos perniciosos porque se activa un lente de una “conciencia colectiva” y se entra en una mentalidad de “nosotros contra ellos”. El grupo mas afectado por esta situación parecen ser los adolescentes y los jóvenes adultos, (personas en sus veintitantos). La cultura de cancelación se convierte en un acoso o “bullying”, donde los grupos afectados, pueden tener dificultades durante años para confiar en sí mismos, confiar en los demás y tener un sentido de pertenencia en un grupo de compañeros.
Los efectos nocivos de la cultura de la cancelación también se extienden a los canceladores y a los espectadores. Los canceladores excluyen y castigan con sus comentarios a las personas que consideran incorrectas y a cualquiera que los apoye. En cuanto a los que están al margen, a menudo sufren ansiedad y miedo de ser los siguientes, y/o culpa por no defender a alguien que fue cancelado con dureza. ¿Entonces que se puede hacer? A modo general, las víctimas de la cultura de cancelación podrían consultar ayuda profesional sobre como lidiar y afrontar estas situaciones. También fomentar conexiones positivas con relaciones y grupos que los ayuden a sentirse respaldados, sin pisotear a los demás ni utilizar los sentimientos negativos como una forma de vincularse. Los espectadores, podrían ser agentes de cambio valientes aportando sus opiniones con datos. Si lo que se expresa es un hecho cierto o empírico, no tener miedo de expresarlo, mantener la postura y no borrarlo para no ofender.

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