La realidad que vivimos busca aniquilar nuestra fe en Dios


Ante los días que nos ha tocado vivir, una de las experiencias que se pone a prueba es la experiencia de creer o la fe. La realidad que vivimos nos coloca en posiciones donde se reta nuestra esperanza con argumentos que van dirigidos a aniquilar por completo nuestra fe en Dios. Los días son unos donde al igual que Tomás se nos invita a tener los elementos empíricos a nuestra mano para entonces poder establecer que es real.
Así se nos presenta Tomás, uno de los doce que camino con Jesús (Mt. 10:3; Mr. 3:18; Lc. 6:15). Cuando el Señor Jesús dijo que iba a visitar a Lázaro, Tomás llamado Dídimo (“mellizo”, en arameo) comentó: “Vamos también nosotros, para que muramos con él”, porque pensaba que no debían ir a Judea por el peligro de muerte para el Señor (Jn. 11:7, 16). En una ocasión, no entendiendo las palabras del Maestro, le preguntó: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (Jn. 14:5). Cuando el Señor se apareció por primera vez a sus discípulos después de la resurrección Tomás no estaba presente. Al saber la noticia, dijo que no creería si no metía su “dedo en el lugar de los clavos” y su mano en el costado del Maestro. El Señor se apareció al grupo ocho días después e invitó a Tomás a cumplir con lo que dijo y a no ser “incrédulo, sino creyente”. Tomás respondió: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Jn. 20:24–29). Fue uno de los siete discípulos que volvieron a ver al Señor el día de la pesca milagrosa en el mar de Tiberíades (Jn. 21:1–2). Aparece con los once, con “María la madre de Jesús, y con sus hermanos” y otras personas en el aposento alto, perseverando en la oración, cuando se eligió a Matías en lugar de Judas (Hch. 1:13–26). Existen dos tradiciones con respecto a la vida posterior de Tomás, Una dice que predicó el evangelio a los persas y que murió mártir en Persia. Otros señalan que llevó su predicación hasta la India, donde existe hoy día una iglesia que alega una tradición que se remonta a su visita. Se han escrito varias obras apócrifas que hablan de Tomás entre ellas “El Evangelio de Tomás”, “Los Hechos de Tomás” y “El Apocalipsis de Tomás”.
Así que podemos establecer que Tomás era dado a considerar las situaciones adversas peor de lo que eran, pero poseía una lealtad que lo mantenía firme a pesar del peligro. Esto aparece en Juan 11:16 cuando instó a los discípulos a ir con Jesús a Judea a despecho de la hostilidad judía. Tomás rehusó creer que Jesús había resucitado a menos de ver con sus propios ojos las señas de los clavos (Juan 20:28). Lo interesante de las escrituras es que nunca nos esconden las situaciones o debilidades de los personajes de las Sagradas Escrituras. Tomás caminó con Jesús, vio milagros, escucho las enseñanzas, era leal hasta el punto de morir por él y ante todo esto necesitaba evidencias de quien camino por largo tiempo. ¿Se entendió bien? Evidencia de quien caminó con él.
Miremos por un momento la declaración de Tomás: “El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”. Contundente declaración de Tomás la cual tiene respuesta de su Maestro al mencionarle las evidencias para cada una de sus exigencias.
Tomás: Si no veo en sus manos la señal de los clavos,
Jesús: Mira mis manos.
Tomás: Y meto mis dedos en el lugar de los clavos,
Jesús: Pon aquí tu dedo.
Tomás: Y meto mi mano en su costado,
Jesús: Y acerca tu mano, y métela en mis costado.
Tomás: Definitivamente no creeré,
Jesús: Y no seas incrédulo, sino creyente.
Nuestro llamado es a volver a las escrituras que son claras y contundentes
- Bienaventurados los que no vieron y creyeron.
- Bienaventurados los que no vieron los milagros que pidieron, pero todavía confiesan y aman a Dios con todo el corazón.
- Bienaventurados los que nunca han visto a su Creador pero saben que es real su presencia y poder.
- Bienaventurados los que nunca han hablado en otras lenguas pero continúan confesando que Jesucristo es el Señor.
- Bienaventurados los que han orado por alguna petición y todo salió distinto a como le rogaron a Dios.
- Bienaventurados los que sus finanzas están en el suelo y aunque todo esta al revés siguen creyendo.
- Bienaventurados los que su mundo se les esta cayendo en cima de tantas situaciones y aun mantienen su esperanza clara en Dios.
- Bienaventurados los que no vieron ángeles descendiendo, fuego cayendo, demonios saliendo, los que en diferentes momentos no sientes la presencia de Dios pero con todo y eso siguen creyendo.
- Bienaventurados los que oran sin saber que su petición será contestada ya que saben que Dios es soberano.
Escrito por: Jesús A. Semidey Cepeda

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