¿Será posible una “Nueva Derecha” en Puerto Rico?


Parte 1: El Partido del No Voto vs El Poder De Un Movimiento
– Claribel Maldonado
Esta es la primera parte de una serie de columnas que comentarán varios ángulos y tópicos en ánimos de una hacer reflexiones post elecciones generales 2024. Para sacar provecho a la lectura sugerimos oprimir sobre los textos destacados con vínculos hacia otros enlaces digitales de interés.
COMO ELECTORES TENEMOS EL DEBER DE ASUMIR POSTURAS CLARAS PARA PLASMARLAS EN EL VOTO CON EL OBJETIVO DE APORTAR AL MEJORAMIENTO SOCIAL Y POLÍTICO
Ciertamente, ejercer el voto es un desafío. El desafío se complica aún más cuando no nos ocupamos de prepararnos para asumir posturas claras basadas en nuestros sinceros y genuinos valores para ayudar a definir y viabilizar la ruta que tomaremos juntos como pueblo. En nuestro rol como electores, seamos afiliados a un partido político o no, las posturas claras no necesariamente tienen que girar en torno a una fidelidad incondicional a un partido político o a un personaje político particular.
Una vez logramos aclarar nuestras ideas y asumir propias posturas, adquirimos mayor sentido de seguridad en cómo canalizarlas en lo político (partidos o candidatos). Mientras más claros estemos en nuestros valores e ideas como electores, menos efecto tendrán sobre nosotros las propagandas confusas, engañosas, ilusorias o vacías.
EL PARTIDO DEL NO VOTO
En Puerto Rico llevamos muchos cuatrienios debajo del umbral del 60% de participación electoral. Para las elecciones del 2020, un millón de electores inscritos no votaron y ahora en las elecciones 2024 cerca del millón (851,642 electores inscritos) no votaron. En Puerto Rico el 2020 sí votaron un 55% y en el 2024 un 57.6%. En Estados Unidos sí se sobrepasó el umbral del 60% de participación tanto en 2020 (66%) como en 2024 (62%).
Me temo que hay algo más que un sentido de apatía en el no votante. Teorizo que además del factor demográfico por fallecimientos o mudanzas fuera de Puerto Rico o que las listas de electores no estén del todo depuradas, mucha de la gente inscrita hábil para votar termina no votando porque muy probablemente:
- No está claro consigo mismo y sus valores, o no sabe a lo que aspira civil y políticamente;
- No está claro por cuál partido o por cuáles candidatos votar que reflejen sus ideas y valores;
- Le parece que todo es lo mismo y al final todo le da igual.
Pienso que otro sector del Partido del No Voto aunque tiene la intención de votar, siente mucha inseguridad. Intuyo que este elector inseguro no alcanza a conocer, saber o entender bien en lo que cree o lo que piensa tal o cual candidato más allá de una propaganda aguada. Simplemente, no tienen idea o no sienten seguridad por quiénes estarían votando.
Por otro lado, siempre existe un sector con un sentido más pesimista con un pensamiento hecho sumamente arraigado de que nada va a cambiar venga quien venga a gobernar. Aun así, se inscribe para votar por si acaso alguien lo llega a convencer al final. Al final, a este tipo de elector, nada ni nadie lo convence.
Sea cual sea la motivación para pertenecer al partido del no voto, en mi opinión, eso podría tornarse en un efecto cada vez más peligroso para nuestra situación tanto socioeconómica como política. Lamentablemente, el no votar le quita verdadera representatividad a nuestra democracia cuando posibles 4 de cada 10 de las personas no votó por quienes nos gobiernan, habiéndolo podido hacer.
Tenemos que aclararnos bien en nuestros pensamientos, valores e ideales. Sólo así podríamos provocar un movimiento electoral que trascienda de manera eficaz más allá de los propios partidos. Los electores bien definidos en lo que quieren, tienen la capacidad de provocar un movimiento cultural y social que los políticos vean con más respeto. Mientras más forma adquirimos como electores, menos masa manipulable queda para el político. Y esto último está comprobado desde la antigua democracia ateniense, la cual finalmente cayó debido a que políticos sin escrúpulos descubrieron dos debilidades en la gente de qué aprovecharse para allegarse al poder: la ignorancia y las pasiones.
EL PODER DE UN MOVIMIENTO
Los movimientos culturales y sociales pueden ser potencialmente tanto o más poderosos que los partidos políticos. Aunque en Puerto Rico algunos no logren entenderlo muy bien (sin entrar en los méritos a favor o en contra del hoy presidente electo Donald J. Trump) los MAGA –“Make America Great Again” son un ejemplo vivo de lo que es un movimiento que trasciende más allá de un partido político y lo que han logrado materializar.
Fue desde el aparato de mercadeo de la campaña Trump que acuñaron el eslogan MAGA. Sin embargo, el corazón de un movimiento social-cultural-político ya existía antes de que fuera descubierto y nombrado como MAGA por Donald J. Trump.
Trump y sus estrategas le pusieron nombre a un movimiento ya previamente existente en el corazón estadounidense por las vivencias en las últimas décadas de desastre por el partido demócrata. Antes de ser un eslogan fácil de entender y repetir, las aspiraciones y los ideales MAGA ya existían extra-políticamente. El movimiento de personas con similares aspiraciones, ideales, causas y necesidades en común, agarró fuerza hasta que un líder con un equipo de aspiraciones políticas decidió poner atención, visibilizarlo y materializarlo políticamente.
El MAGA no es un partido: Es un movimiento. Trascendió y traspasó hasta el mismo anquilosado Partido Republicano. Desde el MAGA se aprendió a conversar, escuchar, intercambiar ideas y vivencias, sacar cuentas, articular y empoderar a un sector muy amplio del electorado que había sido ignorado y pintado en la pared por décadas tanto por demócratas como por republicanos. La exposición y penetración del mensaje (ahora con nombre de MAGA) atrajo a gente muy diversa provocando que aun gente no partidaria se alineara a compartir racionales comunes ante realidades que les abofeteaban en todos lados: en la familia, en el bolsillo, en los vecindarios, en los negocios, en los trabajos, en un país que ya de momento no se les parecía a lo que habían luchado y trabajado tanto.
Ese movimiento resultó ser más poderoso que el propio partido político. Sus variantes demográficas son fascinantes y tema para abordarlo en otra columna. Si quería sobrevivir políticamente, el aparato partidista republicano tuvo que acomodarse a la presión del movimiento de los comunes del MAGA. Desde el MAGA los ciudadanos comunes clarificaron las aspiraciones y los valores que albergan, cómo piensan lograr sus aspiraciones, los beneficios y los resultados que buscan. También, desde el MAGA se pudo observar la habilidad de saber poner las diferencias a un lado y unirse en lo que sí era verdaderamente importante.
Trump pudo olfatear y ver a ese movimiento ya existente para ponerle nombre. Sin dejar Trump de ser quien es, logró personificar políticamente al movimiento y darle vuelo al rollo haciendo visible a esas personas. En realidad, se encontró en las condiciones adecuadas para un desarrollo político. Además, de que la historia confabuló un poco también a su favor en muchísimas instancias. Lograron virar la tortilla a cada ataque y tornarlo en un mensaje claro que resonaba en demasiada gente.
Si el corazón del movimiento MAGA hubiera dependido sólo de la ficha partidista republicana o únicamente de la figura de Donald J. Trump, no hubiera logrado el efecto que ha logrado. El verdadero movimiento MAGA no es esa imagen casi idolátrica y populista que se ve en las redes sobre la figura de Trump, los memes y la fiebre fanática de hacer el bailecito Trump al ritmo de la canción YMCA.
Ese movimiento de los comunes trascendió lo político y convenció. El movimiento MAGA tendría un sentido común y una segunda oportunidad muy distinta a la primera del 2016. Creo que si mantiene su origen y posturas claras con los ojos muy abiertos a lo que haga la administración Trump-Vance, serán también los mejores fiscalizadores de esta nueva administración.
Los movimientos por causas genuinas se logran afianzar cuando logran separar a los fanáticos de los seguidores. Cuando entrevistaban a un MAGA por la calle, sus respuestas tenían fundamentos. Mientras que cuando entrevistaban a un pro-Kamala, donde era evidente la pobreza racional de la política identitaria de “porque es mujer” y porque “me dará más derechos lgbt y sobre mi cuerpo.”
Aunque el político necesita tanto de fanáticos como de seguidores para llegar al poder, los que deciden las elecciones no serán los fanáticos. Ahí es que los movimientos pueden llegar a ser más poderosos que los partidos políticos. Sobre todo, cuando las amenazas de frente son grandes para acabar con lo poco bueno que le queda a una nación o cuando ya no se tiene más nada que perder (como el caso de Argentina). El movimiento MAGA supo despertar a las amenazas de la llamada nueva izquierda que ya los había gobernado por ocho años con Obama-Biden y los cuatro de Biden-Harris (y se dice que por detrás Obama), puesto en vergüenza internacionalmente a la nación una vez admirada.
UNA NUEVA IZQUIERDA
La izquierda política del siglo 21 o Nueva Izquierda está llena de ideas, acciones y elementos más alineados a lo cultural. La Cultura de la Muerte distingue a esta nueva izquierda. Han logrado colonizar o infiltrar incluso hasta partidos antes entendidos como “de derechas”. Y así la desestabilización tanto social como económica se puede lograr desde adentro de la propia democracia poco o poco hasta dar el justo golpe donde todo se viene abajo.
Está ya demostrado que esa nueva izquierda normaliza actos que conllevan una Cultura de Muerte tales como:
el aborto (sin admitir ningún tipo de límites como herramienta de control demográfico), la eutanasia (con el mote falsario de “muerte digna” incluyendo de bebés, enfermos y ancianos), el estado paternalista (el aparato gubernamental dueño y señor de la producción económica y manejo de propiedades de los privados, único educador de los hijos, único benefactor, etc.), un gobierno de pensamiento único que dirige los destinos de un país sólo con su elite de espaldas a la gente, siempre echando mano del bolsillo de todos nosotros para distribuir y afianzar sus ideologías liberticidas hasta que nos quitan todo.
La nueva izquierda ha demostrado que poco a poco producen miseria, quiebra moral y económica. En los casos más extremos, nos quitan derechos fundamentales, hasta los hijos y la vida, aun usando al sistema democrático. Son expertos a cuchillo de palo o de un plumazo, con legislaciones en contra de la naturaleza humana, las matemáticas y la libertad. Esa nueva izquierda fue la que secuestró totalmente al Partido Demócrata de Estados Unidos de América y que tiene su cola aquí en Puerto Rico. Esa nueva izquierda es la que está acabando con Canadá, España, México, Colombia, Reino Unido y nos hace llorar por Venezuela y Nicaragua.
Versiones de esa nueva izquierda están albergadas en no pocos sujetos dentro del Partido Popular Democrático y del Partido Nuevo Progresista gracias a las afiliaciones de sus miembros al Partido Demócrata de EE.UU. Y que desde la campaña 2024 tanto Juan Dalmau (PIP) como la licenciada Rivera Lassén (MVC), entre otros de sus candidatos socialistas (aun con su pasado anti imperial “Yankee Go Home”) no tuvieron empacho en publicar sus puentes, lazos y endosos tanto con miembros demócratas como con organizaciones comunistas que operan en el mismísimo Estados Unidos de América. O sea, que esa nueva izquierda en Puerto Rico y Estados Unidos de América está bien repartida. ¿No les da eso qué pensar?
Antes de que alguien con toda legitimidad piense, que los liberticidas no sólo son de izquierdas, y nombre el asunto del fascismo (o dictaduras de derechas), recomiendo que revisemos bien la historia. Tanto el fascismo como el nazismo tuvo su nacimiento ideológico en el nacionalismo socialista.
De paso, los llamados centros derechas o moderados gracias a la estrategia gramscista (lea sobre Antonio Gramsci con la larga marcha por las instituciones introduciendo el ideario de un comunista desnudo en políticas públicas) tiene la habilidad de recibir a la nueva izquierda para hacerlos entrar a todos los cuartos políticos. Al parecer, pocos partidos en Puerto Rico quieren admitir que padecen políticamente con ese ideario en su interior. Las ideas marxistas se han infiltrado en los llamados centros, moderados o centro-derechas por medio de las agendas globalistas y sexualistas.
Ejemplos concretos de esa infiltración de pensamiento nuevo izquierdista existen en el propio Partido Republicano de Estados Unidos, también en los Partidos Popular y Nuevo Progresista en Puerto Rico. Sólo el revisar frutos, trayectorias ejecutivas y legislativas de los últimos 24 años ponen de manifiesto cuan a la nueva izquierda nos han movido políticamente en idearios sobre varios tópicos económicos y sociales (aunque no nos hayamos dado cuenta o nos guste tanto a nosotros como a ellos aceptarlo).
La nueva izquierda contiene raíces del marxismo económico (lucha de clases, socialismo precursor del sistema comunista) destruyendo la democracia y al libre mercado desde adentro. A la vez que promueven una anarquía social (marxismo cultural). Lo hacen con la ayuda de grupos ideológicos no gubernamentales, inversionistas globalistas privados, sindicatos y organizaciones civiles que se prestan para hacer el trabajo sucio desestabilizando gobiernos y naciones, montados en políticas de las identidades (lucha de clases) conocido como el “wokeismo”.
ENFRENTAR LOS ANTIVALORES DE ESA NUEVA IZQUIERDA EXISTENTE MÁS ALLÁ DEL PIP Y EL MVC REQUIERE UNA VERDADERA NUEVA DERECHA. ¿Qué es y cómo se manifiesta esa llamada nueva derecha política? ¿Cuáles son sus valores económicos, morales y sociales? ¿Existe en el electorado puertorriqueño una comprensión clara de lo que es un ideario de nueva derecha y sus potenciales beneficios? ¿Lograrán los electores puertorriqueños verse en esa nueva derecha para expresarse en unas próximas elecciones? ¿Existirá una oferta política en cuanto a liderazgo o partido que verdaderamente logre dar nombre y ser instrumento viable a un movimiento de nueva derecha en Puerto Rico?
Intentaremos abordar esas cuestiones en una próxima parte de seguimiento a esta columna.

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